El sentido del tacto se halla principalmente en la piel, órgano en el que se encuentran diferentes clases de receptores nerviosos que se encargan de transformar los distintos tipos de estímulos del exterior en información susceptible de ser interpretada por el cerebro.
El tacto es un sentido que por la falta de uso se ha devaluado, junto con el olfato y el gusto, dando lugar a un presente donde los adelantos tecnológicos exigen con mayor rigor los sentidos de la vista y el oído. Y como todo lo que no se utiliza se atrofia y se corre el riesgo de perderlo, podemos estar en peligro de volvernos cada vez más insensibles. Los medios audiovisuales le están ganando la batalla a los otros estímulos de la vida, realidad que impone que poco a poco algunos de nuestros sentidos se vayan atrofiando.
Por otro lado, la gente se está volviendo más individualista, evitando la relación íntima y el contacto sincero y profundo con el otro, prefiriendo las relaciones superficiales sin compromiso y sin afecto. Las investigaciones experimentales demuestran que el acto de tocarse unos a otros tiene más valor que mil palabras, y que apenas un leve contacto físico, desde el punto de vista emocional, puede manifestar sin palabras y sin lugar a dudas, emociones bien definidas.
